Reconozco que soy un poco voluble en mis planteamientos. Sé que en ocasiones -y no pocas-, he defendido que se usara la «mejor» herramienta tecnológica para nuestros alumnos, con independencia de su coste o, simplemente, de si se usaban o no los datos de los alumnos. El problema es que, por desgracia, he tenido la mala suerte de ver la luz. O, para algunos, la oscuridad. Y sí, esa luz -u oscuridad- hace que cada vez vea más claro que la apuesta por el software libre en las aulas es una necesidad ética. Sí, he hablado de ética porque, al final, ésa es la clave del asunto.
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Gumersindo Fernández